EL TRAUCO
Leyenda de Chiloé
El Trauco, es un hombre pequeño, no mide más de ochenta centímetros de alto, de formas marcadamente varoniles, de rostro feo, aunque de mirada dulce, fascinante y sensual; sus piernas terminan en simples muñones sin pies, viste un raído traje de quilineja y un bonete del mismo material, en la mano derecha lleva un hacha de piedra, que reemplaza por un bastón algo retorcido, el Pahueldún, cuando está frente a una muchacha.
Es el espíritu del amor fecundo, creador de la nueva vida, padre de los hijos naturales. Habita en los bosques cercanos a las casas chilotas.
Para las muchachas solteras, constituye una incógnita que les preocupa y las inquieta. Según opinión de unas, se trata de un horrible y pequeño monstruo, que espanta y de cuya presencia hay que privarse, a toda costa. Otras opinan distinto y manifiestan, que si bien es feo, no es tan desagradable, sino, muy por el contrario, atractivo... Otras en lucha tenaz y permanente, dicen haberlo eliminado de sus pensamientos, en los que alguna vez vibró quemando sus entrañas...
Las madres toman todas las precauciones, para evitar que sus hijas, ya “solteras”, viajen solas al monte, en busca de leña o de hojas de “radal”, para el “caedizo” de las ovejas, ues generalmente es en el curso de estas faenas, cuando “agarra”, o con más propiedad “sopla”, con su “pahueldún”, a las niñas solitarias, pero nunca si van acompañadas, aún de sus hermanitos menores.
El Trauco no actúa frente a testigos...éste, siempre alerta, pasa gran parte del día colgado en el gancho de un corpulento “tique”, en espera de su víctima.
En cuanto obscurece, regresa a compartir la compañía de su mujer, gruñona y estéril, la temida Fiura.
No le interesan las casadas. Ellas podrán ser infieles, pero jamás con él. Cuando divisa desde lo alto de su observatorio a una niña, en el interior del bosque, desciende veloz a tierra firme y con su hacha, da tres golpes en el tronco de tique, donde estaba encaramado, y tan fuerte golpea, que su eco parece derribar estrepitosamente todos los árboles.
No pudiendo resistir la fuerza magnética, que emana de este misterioso ser, clava su mirada en esos ojos centellantes, diabólicos y penetrantes y cae rendida junto a él, en un dulce y plácido sueño de amor.